miércoles, 15 de febrero de 2012

Educación contra el entorno

Nunca pensé que pudiese pasar y que lo iba a acabar viendo como un problema. Me entristece mucho la situación, sobre todo porque no tengo ni la más remota idea de cómo abordar el asunto.

Creo que todo comenzó en Navidad, cuando a mis suegros no se les ocurrió otra cosa mejor que jugar a que Blanca golpease la cabeza del abuelo. Divertido...¿no?
Sólo ocurrió un par de veces, al menos en mi presencia, porque inmediatamente me opuse a ese tipo de "juego", pero desde entonces la cosa ha ido a peor.

Ahora, en el momento más insospechado, como cuando está mamando, comienza a golpearme la cara con fuerza. Si le digo que no lo haga seria, con tono de disgusto, se ríe y se cree que estoy jugando. Si le agarro la mano se enfada. Si ignoro el comportamiento tarda bastante en parar. Si le explico que mejor me acaricie, le dura unos segundos antes de volver a la carga...

¿Cómo puedo explicarle a un bebé de 14 meses que no se debe pegar? Es que no se puede. Lo ideal es que no lo hubiera aprendido.

De momento cuando vuelva a hacerlo volveré a insistir en que a mami le gustan las caricias y no las tortas, a ver si poco a poco lo va entendiendo.

Esto me ha enseñado lo fácil que es que un bebé aprenda un comportamiento negativo ajeno a sus padres y lo difícil que es criar a los hijos con un modelo de crianza distinto al tradicional. Los niños son esponjas pero desgraciadamente no sólo absorben lo que sus padres hacen y no sólo lo bueno. Lo que me hace pensar en los compañeros de la escuela, en los educadores, en otros familiares, etc. y en lo importante que es el entorno que rodea a nuestros hijos.

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